jueves, 10 de noviembre de 2011

Crónica Expedición Itzamaná (II)


Cuarto día, tras la cuarta noche allí. El desvelado de Zafra se sube por las paredes. Segunda jornada de aula, que arranca en el mismo tono afectivo que la anterior y expresándonos en términos de “si tuviera la oportunidad, te diría…” De forma controlada, la nave de aprendizaje vira hacia lo menos agradable, a fin de reducir nuestra zona ciega. La receta tan sencilla en el PowerPoint, como complicada en la práctica. Para más inri, todo se dificulta aún más, verbalizando nuestras intuiciones. En este momento de zarandeo emocional, la razón lógica trata de hacerse valer cuestionando los conceptos. Por madurez del grupo, nadie manda a nadie a recibir feedback en castellano. La sesión se cierra en falso y con los sentimientos a flor de piel. A pesar de las dudas iniciales, necesario y útil este cruce del Rubicón.

Tercera y última jornada de aula. Una vez más, el número 3 como base de toda creación. Es momento de recuperar y acrecentar la cohesión grupal, por lo que arrancamos con el ritual hawaiano Ho’ponopono, sacando “pá fuera todos los rencores”. La prueba del algodón de que en Intexmedia, dos más dos suman cinco resulta infalible allí o en Greenwich. Además, nadie clavó ningún rojo a nadie, a pesar de las imaginarias apetencias de unos o la memorable interpretación teatral de otros. Como cierre, anclaje final reforzando los dos ingredientes mágicos: confianza y compromiso. Para celebrarlo, por la noche nos plantamos en el santuario Coco Bongo, donde obtuvimos la certeza de que la mujer mejicana también puede ser agraciada por la naturaleza; y donde descubrimos que “libre” significa poner cara de interés, y hacer y servir lo que me de la gana. ¡Amigos, cooperen con el mesero!

Sexto día tras la más corta noche. Comienza la cuenta atrás y hay que intensificar (aún más) las actividades. El patrón nos lleva a “carajo sacao” de un sitio a otro; le molesta que sesteemos y no permite que nos perdamos cualquier belleza oculta, aunque esta se encuentre bajo el mar y no tengamos el equipo adecuado. Gracias socio. Cena en el lugar que la mayoría no quiso, con concluyentes agradecimientos, al compás de la atemporal ranchera “El Rey”. Pues eso, mi palabra es la ley. Para completar tan magnífica velada, fin de fiesta como compadres de un criollo, que contaba en horas su nueva vida matrimonial. Todo sea por la antropología.

Día de vuelta. Amanece que no es poco. Unos apuran hasta el último momento, otros se deprimen. A la hora convenida, y tras entregar todo lo que pudiera penalizarnos económicamente, partimos con destino al aeropuerto echando la vista atrás y formulando deseos, promesas y juramentos de retorno. En el aeropuerto, la última vuelta de tuerca extorsionista: 50 € por salir de donde no queríamos salir. ¿Por qué haríamos esta provisión monetaria? Como debe ser, mantuvimos status en el gran pájaro de fuego, y nos libramos de las batallitas, fotos y videos de las decenas de parejas de recién casados. Al pisar suelo español, y de vuelta a Extremadura por carretera, tomamos conciencia de que estamos en campaña electoral. ¡Qué país, qué paisaje, qué paisanaje!

En breve, última entrega de conclusiones.

1 comentario:

  1. Que triste salir del susodicho paraiso, pero nos fuimos con las maletas llenas de buenos recuerdos...

    ¡Gracias!

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