Un momento no se define por ser un segmento en el continuo del tiempo, sino por ser la unidad mínima de singularidad y significado; independientemente de que el mismo suponga un instante o un año de vida.Y lo verdaderamente fascinante es comprobar cómo nuestra mente rellena antes y después de cada imagen, cómo construye un pasado y anticipa un futuro.
Si no recuerdo mal, la práctica excesiva de este ejercicio deriva patológicamente en la "fabulación"; síntoma como tal recogido en todos los manuales de diagnóstico. Y esto es precisamente lo que nos ocurre muy a menudo; que estamos fabulando; y algunos hasta confabulando.
Casi a diario, tenemos conversaciones con fondos y/o matices discrepantes. En mi caso, ayer recibí un correo de enorme transcendencia para mí, en estos términos. Todos reconocemos que se fundamentan en percepciones, y como tales, basadas en interpretaciones. A algunos se nos llena la boca con frases del tipo "el mapa no es el territorio"; pero lo cierto es que nos enrocamos y tratamos de imponer por todos los medios nuestra realidad.¡Cuánta ofuscación y cuanta energía mal gastada!
Procuro seguir el siguiente patrón a la hora de tratar o gestionar cualquier divergencia:
- Asumir que tenemos disparidad de opiniones y que por ello, estamos tratándolo.
- La resultante que salga no será ni mi postura, ni la del otro. De ser así, no sería más que un nuevo caso de imposición / cesión. Y que por tanto, habrá que negociar (ganar/ganar); que no ceder los dos (perder/perder).
- Eso sí, esa resultante debe ser aceptada, asumida y defendida por ambas partes.
Vivamos el conflicto como oportunidad de desarrollo; aunque siempre habrá alguno como Groucho Marx que diga aquello de que "No puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo".
Un abrazo.