miércoles, 2 de junio de 2010

Creatividad como verdadero motor de innovación

El punto de partida de la innovación es la creatividad y el punto de partida de la creatividad es el talento aplicado. Consecuencia inexorable de ello es que el único capital que de verdad produce innovación es el capital intelectual. Magister Arjona dixit. Amén.

Es labor de los legisladores crear un marco legal donde no sólo el espíritu de la norma, sino también su articulado, considere a las empresas agentes primordiales de innovación. No se trata de premiar o subvencionar cualquier ocurrencia, sino de facilitar escenarios donde las empresas deben estar continuamente innovando como modelo competitivo de negocio.

Nuestras empresas, tal y como fueron concebidas en su desarrollo inicial, con sus procesos y estructuras actuales, no deben, ni pueden durar eternamente. No se trata de sobrevivir a toda costa, sino de reinventarse: cambiando; dando un paso a derecha o izquierda; desapareciendo incluso; transformándose y convirtiéndose en algo diferente. La reinvención no consiste en cambiar lo que hay, sino en crear lo que no hay.

Siempre he creído que las ideas se concitan y acaban uniéndose; así como las personas que creen en ellas. Sin embargo, encontrar empresas que fomenten la creatividad no es tarea fácil. Solemos toparnos con grandes barreras inexpugnables. Unas son organizativas y otras individuales. En cuanto a las primeras, hay empresas jerarquizadas con estructuras rígidas que inevitablemente crean murallas al pensamiento creativo, por ejemplo estancando procedimientos de trabajo, estableciendo un tácito derecho de propiedad a las tareas de cada uno, considerando la iniciativa como un ataque a la autoridad,… Para muestra simbólica, la viñeta de Glasbergen que ilustra el post.



En otras ocasiones, y frecuentemente coincidiendo con lo anterior, las raíces de la resistenc
ia al cambio están en el estilo y las actitudes de dirección, es decir, la forma en que el directivo trata e interactúa con sus empleados. “La diferencia entre una florista y una dama estriba en el modo en que son tratadas”, expresó Bernard Shaw.

Cuando tratamos de identificar alguien creativo, solemos pensar en personas superdotadas, destacadas y muy diferentes del común de los mortales. Nada más lejos de la realidad. El pensamiento creativo es una destreza que cualquier persona puede desarrollar. En principio, todas las personas somos potencialmente creativos.

Cierto es que el desuso es su mayor enemigo; habiendo incluso estudios que afirman que los adultos tenemos el tenemos el noventa y tres por ciento de la creatividad de un niño de seis años. ¿Pero qué han hecho de nosotros en las escuelas e institutos? ¿En qué modelo de universidad hemos confiado?

Por último, me gustaría reseñar que no deben confundirse creatividad e imaginación. Esta última es el ingrediente mágico, necesario pero no suficiente. Si alguien tiene una idea imaginativa, pero que no conduce a ningún sitio; ¿está siendo creativo? Sí si responde a un sentido, si genera una solución original, válida, útil y funcional. Recordad que talento es igual a resultados.

No nos impidamos ser creativos. Nos va la vida en ello.


“…Tuve que apelar a todas mis fuerzas para luchar contra la pintura tradicional. Un prejuicio caía después de otro…” (Kandinsky)