domingo, 18 de julio de 2010

Capital humano: excelente inversión



Dado que uno no es lo prolífico que quisiera, subo aquí un artículo de opinión que he redactado para Empresa y Finanzas Edición Extremadura, y que podréis leer en su número 8 donde hay un especial sobre Exclencia. El link: http://www.issuu.com/empresayfinanzas/docs/eyf_ext_numero_8


Descubríamos recientemente en un estudio elaborado desde la Universidad de Valencia y dirigido por Roberto Luna-Aroca, que sólo el 8,1% de las empresas españolas obtienen lo mejor de sus empleados. Con este panorama, escribir de excelencia empresarial puede parecer management ficción.

¿Dónde realmente están los problemas de productividad y competitividad de nuestras empresas? ¿En qué medida están vinculadas las personas a la estrategia? ¿Cuál es la inversión en Recursos Humanos con respecto a otras áreas o departamentos? ¿Tenemos identificado el valor diferenciador de nuestras plantillas? Estas reflexiones bien pueden determinar la línea base en nuestra verdadera apuesta por el capital humano.

No hay empresa excelente en su relación con clientes, proveedores, o accionistas; o que abiertamente se autoproclame socialmente responsable, y que tenga desatendida su gestión de las personas que la componen. Siempre he creído y defendido que la Excelencia Empresarial se fundamenta y tiene su máxima expresión en la gestión del talento.

El talento organizativo, que puede definirse como la capacidad de las organizaciones para incorporar profesionales de alto potencial y saber desarrollarlos, tiene una doble vertiente: por una parte, todo lo que tiene que ver con los procesos de atracción y fidelización de los empleados, en definitiva la “marca”; y por otra con el desarrollo y rentabilización de estos.

Hoy en día, y gracias a las turbulencias socioeconómicas que estamos viviendo, confluyen dos factores críticos en el propósito de contar con los mejores. De una parte, gente con gran bagaje profesional, con una formación sólida y con muy buena actitud ante el trabajo, que por razones múltiples está desempleada u ocupando puestos no acordes con su trayectoria. De otra, empresarios y directivos han tomado conciencia de que no vale cualquier persona, de que justo ante los mayores retos es donde hay que dar la mejor cara, de que el talento es escaso pero altamente rentable. La mejor defensa ante la incertidumbre es rodearnos de los mejores. Si yo no soy lo suficientemente inteligente para anticiparme a los cambios, ellos lo serán. Si yo no soy adaptable y flexible para enfrentarme a los nuevos tiempos, ellos lo serán.

Mediocridad llama a mediocridad; y talento llama a talento. Los mejores escultores de nuestra marca son sin duda nuestros colaboradores. Si queremos que actúen como verdaderos imanes, y a la vez se comprometan y fidelicen con nuestro proyecto empresarial, ellos han de ser agentes activos de comunicación: sintiéndose partícipes de los nuevos designios y divulgando a los cuatro vientos. La herramienta, el boca a boca o las redes sociales, es secundario.

Evidentemente, no basta con sumar gente, hay además que retener y desarrollar. Y en ambos procesos, el máximo exponente es el liderazgo. Todos sabemos que la gente no huye de las empresas, sino de sus jefes. Conocemos que desempeñar un puesto por encima de las capacidades es fuente de frustración; y lo inverso genera apatía. Tenemos constancia de que la falta de reconocimiento es el punto de partida para la desmotivación. Observamos que la comunicación interna es germen a la vez, de infinidad de conflictos y soluciones en las empresas. Comprendemos que es una necesidad básica recibir feedback de forma regular. Bien creemos que no hay mejor camino que el del aprendizaje continuo y dirigido. Propongo además que promovamos un clima de confianza, donde sea bien visto el plantear actuaciones sorprendentes e inesperadas, espectaculares y extraordinarias.

Que nuestro ego o nuestros pies de barro, no nos impidan hacer frente al mayor reto de todos aquellos que tienen responsabilidades de dirección sobre otras personas: hacerlas crecer personal y profesionalmente dentro un proyecto empresarial. Fracasos anteriores, alguno doloroso, no deben cohibirnos para volverlo a intentar, volver a fallar y fallar mejor. Al fin y al cabo estamos manejando portadores de sustancia gris, hormonas y vísceras. Casi nada. Nunca hay que desistir porque tal y como señalaba Aristóteles, la excelencia es un hábito.


Ciao!